ODE TO STEPHEN DOWLING BOTS, DEC’D
And did young Stephen sicken,
And did young Stephen die?
And did the sad hearts thicken,
And did the mourners cry?

No; such was not the fate of
Young Stephen Dowling Bots;
Though sad hearts round him thickened,
‘Twas not from sickness’ shots.

No whooping-cough did rack his frame,
Nor measles drear with spots;
Not these impaired the sacred name
Of Stephen Dowling Bots.

Despised love struck not with woe
That head of curly knots,
Nor stomach troubles laid him low,
Young Stephen Dowling Bots.

O no. Then list with tearful eye,
Whilst I his fate do tell.
His soul did from this cold world fly
By falling down a well.

They got him out and emptied him;
Alas it was too late;
His spirit was gone for to sport aloft
In the realms of the good and great.

Al cabo de un minuto alguien dijo por la ventana, sin sacar la cabeza:
––Basta, chicos! Quin va?
Y respond:
––Soy yo.
––Quin es yo?
––George Jackson, caballero.
––Qu quieres?
––No quiero nada, caballero. No haca ms que pasar, pero los perros no me dejan.
––Y, qu haces merodeando por aqu a estas horas de la noche, eh?
––No estaba merodeando, caballero; me he cado del barco de vapor.
––De verdad? No me digas! Que alguien encienda una luz, cmo has dicho que te llamabas?
––George Jackson, caballero. Soy un muchacho.
––Mira, si dices la verdad, no tienes por qu tener miedo: nadie va a hacerte nada. Pero no intentes moverte; qudate donde ests. Que alguien despierte a Bob y a Tom y que traigan las armas. George Jackson, hay alguien contigo?
––No, caballero, nadie.
Ahora se oa a gente que se mova por la casa y vi una luz. El hombre grit:
––Aparta esa luz, Betsy, vieja idiota... no tienes sentido comn? Ponla en el suelo detrs de la puerta principal. Bob, si t y Tom estis listos, a vuestros puestos.
––Listos.
––Y ahora, George Jackson, sabes quines son los Shepherdson?
––No, seor, nunca he odo hablar de ellos.
––Bueno, quiz digas la verdad y quizs mientas. Ahora, todos listos. Da un paso adelante, George Jackson. Y cuidadito, sin prisas... muy despacio. Si hay alguien contigo, que se quede ah; si lo vemos, le pegamos un tiro. Ahora, adelante. Ven despacio; abre la puerta t mismo. .. justo lo suficiente para entrar, me oyes?
No corr; no podra aunque hubiera querido. Fui dando un paso lento tras otro y no se oa un ruido, slo que a m me pareci que oa los latidos de mi corazn. Los perros estaban igual de callados que las personas, pero me pisaban los talones. Cuando llegu a los tres escalones de troncos, o que quitaban el cerrojo y la barra de la puerta. Puse la mano en la puerta, empuj un poco y despus un poco ms hasta que alguien dijo: Vale, ya basta; ensanos la cabeza. Lo hice, pero pensando que me la iban a arrancar.
La vela estaba en el suelo, y all estaban todos, mirndome, y yo a ellos, y nos quedamos as un cuarto de minuto: tres hombrones apuntndome con sus armas, lo cual os aseguro que me dio escalofros; el mayor era canoso y tendra unos sesenta aos, y los otros dos treinta o ms (todos ellos muy finos y muy guapos) y una seora anciana de pelo gris y con un aspecto de lo ms bondadoso, que tena detrs dos mujeres jvenes a las que no logr ver bien. El seor mayor dijo:
––Vale; supongo que est bien. Entra.
En cuanto entr, el caballero anciano cerr la puerta y le ech el cerrojo y la barra, dijo a los jvenes que entrasen con sus escopetas y todos fueron al gran saln que tena una alfombra nueva de pao y se reunieron en un rincn apartado de las ventanas de la fachada: a los lados no haba ni una. Agarraron la vela, me miraron bien y todos dijeron: Pues no es un Shepherdson, no; no tiene nada de Shepherdson. Despus el anciano dijo que esperaba que no me importase que me registrasen para ver si llevaba armas, porque no lo hacan con mala intencin; era slo para asegurarse. As que no me meti las manos en los bolsillos, sino que nicamente me toc por los lados con las manos y asegur que estaba bien. Me dijo que me pusiera
cmodo y me sintiera en mi propia casa y les hablase de m, pero la seora vieja dijo:
––Pero, hombre, Sal, pobrecito; est calado hasta los huesos y, no crees que quiz tenga hambre?
––Tienes razn, Rachel; se me olvidaba.
As que la vieja dice:
––Betsy (era una negra), ve corriendo y trae algo de comer a toda prisa, pobrecito; y una de vosotras, las chicas, id a despertar a Buck y le decs... ah, aqu viene. Buck, llvate a este muchachito y qutale la ropa hmeda y dale algo tuyo que est seco para que se lo ponga.
Buck pareca de la misma edad que yo ms o menos: trece o catorce aos, aunque era un poco ms alto. No llevaba ms que una camisa, y tena el pelo todo revuelto. Lleg bostezando y pasndose una mano por los ojos, con una escopeta en la otra. Respondi:
––No hay Shepherdson por aqu?
Dijeron que no, que era una falsa alarma.
––Bueno ––dice––, si hubieran venido, seguro que me llevo a uno por delante.
Todos se echaron a rer, y Bob dice:
––Pero Buck, nos podran haber quitado el cuero cabelludo a todos, con lo que has tardado en llegar.
––Bueno, es que no me ha avisado nadie, y eso no est bien. Nunca me decs nada; no me dejis hacer nada. ––No importa, Buck, hijo mo ––dice el viejo––, ya podrs hacer lo suficiente a su debido tiempo, no te preocupes por eso. Ahora vete a hacer lo que te ha dicho tu madre.
Cuando subimos las escaleras hasta su cuarto me dio una camisa gruesa, una cazadora y unos pantalones, y me lo puse todo. Entre tanto me pregunt cmo me llamaba, pero antes de que se lo pudiera decir empez a contarme que anteayer haba cogido en el bosque un estornino y un conejito y me pregunt dnde estaba Moiss cuando se apag la vela. Dije que no lo saba; no lo haba odo nunca, de verdad.
––Bueno, pues supn ––sugiri.
––Cmo voy a suponer ––respond–– cuando nunca me lo ha dicho nadie antes?
––Pero puedes suponer, no? Es igual de fcil.
––Qu vela? ––pregunt.
––Pues cualquier vela ––contest.
––No s dnde estaba ––respond––; dnde estaba?
––Hombre, estaba en tinieblas! Ah es donde estaba!
––Bueno, pues si ya sabas dnde estaba, para qu me lo preguntas?
––Pero, hombre, es una adivinanza, no entiendes? Oye, cunto tiempo vas a quedarte? Tienes que quedarte para siempre. Lo podemos pasar fenmeno... Ahora no hay escuela. Tienes perro? Yo tengo un perro que sabe meterse en el ro a traerte las cosas que le tiras. Te gusta eso de peinarte los domingos y todas esas tonteras? Te aseguro que a m no, pero madre me obliga. Malditos pantalones! Supongo que tendr que ponrmelos, pero preferira que no, con este calor. Ests listo? Vale. Baja conmigo, compaero.
Pan de borona fro, carne salada fra, mantequilla y leche con abundante nata: eso es lo que me tenan preparado abajo, y en mi vida he comido nada mejor. Buck y su madre y todos los dems fumaban pipas de maz, salvo la negra, que se haba ido, y las dos mujeres jvenes. Todos fumaban y hablaban, y yo coma y hablaba. Las dos mujeres jvenes estaban envueltas en colchas y llevaban la melena suelta. Todos me hacan preguntas, y les dije que padre y yo y toda la familia vivamos en una granja pequea all al otro lado de Arkansas y que mi hermana Mary Ann se haba escapado para casarse y no habamos vuelto a saber de ella, y que Bill fue a buscarlos y tampoco habamos vuelto a saber de l, y que Tom y Mort haban muerto y ya no quedaba nadie ms que yo y padre, y que l se haba ido consumiendo con tantos problemas, as que cuando se muri me llev lo que quedaba, porque la granja no era nuestra, y empec a remontar el ro con pasaje de cubierta y me haba cado por la borda y que por eso estaba all. Entonces me dijeron que ah tena mi casa mientras yo quisiera. Despus se hizo casi de da y todo el mundo se fue a acostar y yo me fui con Buck, y cuando me despert por la maana, maldita sea, se me haba olvidado cmo me llamaba. As que me qued all tumbado una hora tratando de pensarlo, y cuando Buck se despert le pregunt:
––Ests bien de ortografa, Buck?
––S ––respondi.
––Seguro que no sabes escribir cmo me llamo ––le dije.
––Te apuesto lo que quieras a que s ––contest.
––Vale ––dije––; vamos a verlo.
––G––e––o––r––g––e J––a––x––o––n, para que te enteres ––dijo.
––Vale ––respond––, s que has sabido, pero no me lo crea. No te creas que es un nombre fcil de escribir as, sin estudirselo.
Me lo apunt a escondidas, porque a lo mejor alguien quera que fuera yo quien lo escribiera, as que quera hacerlo de golpe, y soltarlo como si ya estuviera muy acostumbrado.
Era una familia muy simptica y la casa tambin era estupenda. Nunca haba visto yo una casa tan buena y con tanto estilo. No tena un pasador de hierro en la puerta principal, ni de madera con una cuerda de piel, sino un pomo de latn para darle la vuelta, igual que las casas de la ciudad. En el saln no haba camas ni seales de ellas, aunque hay montones de salones en las ciudades donde se ven camas. Haba una chimenea muy grande, revestida de ladrillos por abajo, que mantenan limpios a base de agua y de frotarlos con otro ladrillo; a veces los lavaban con una pintura de agua roja que llaman tierra de Espaa, igual que en la ciudad. Tenan unos hierros de chimenea de bronce con los que se poda coger todo un tronco. En medio de la repisa haba un reloj con la pintura de un pueblo en la parte de abajo de la tapa de cristal, y una apertura redonda en el medio para la esfera, y por detrs se vea el pndulo que oscilaba. Daba gusto or el tictac de aquel reloj, y a veces cuando pasaba por all un quincallero que lo limpiaba y lo pona a punto comenzaba a sonar y daba ciento cincuenta campanadas antes de cansarse. No lo hubieran vendido por nada del mundo.
Y a cada lado del reloj haba un loro muy raro hecho como de tiza y pintado de muchos colores. Al lado de uno de los loros haba un gato de porcelana y al lado del otro un perro tambin de porcelana, y cuando se los apretaba chirriaban, pero no abran la boca ni parecan distintos ni interesados. Detrs de ellos haba dos abanicos de alas de pavo silvestre. En la mesa, en medio de la habitacin, haba una especie de cesto precioso de porcelana que tena manzanas, naranjas, melocotones y uvas, todo amontonado, y mucho ms rojo y amarillo y ms bonito que la fruta real, pero no era de verdad porque se vea dnde haban saltado pedazos y por debajo la tiza blanca o lo que fuera.
Aquella mesa tena un mantel de un hule precioso, con un guila roja y azul y una cenefa pintada todo alrededor. Decan que haba llegado de Filadelfia. Tambin haba algunos libros, en montones muy ordenados a cada esquina de la mesa. Uno de ellos era una gran Biblia familiar llena de ilustraciones. Otro era el Progreso del peregrino, de un hombre que dejaba a su familia, pero no deca por qu. De vez en cuando me lea un montn de pginas. Lo que deca era interesante, pero difcil. Otro era la Ofrenda de la amistad, lleno de cosas muy bonitas y poesas, pero la poesa no me la le. Otro eran los Discursos de Henry Clay y otro la Medicina en familia del doctor Gunn, donde deca todo lo que haba que hacer si alguien se pona malo o se mora. Haba un libro de himnos y un montn de libros ms. Y haba unas sillas de rejilla muy bonitas, y adems muy resistentes, no hundidas por el medio y rotas, como una cesta vieja.
En las paredes tenan colgados cuadros sobre todo de Washington y Lafayette y batallas y Mara reina de Escocia y otro que se llamaba La firma de la Declaracin. Haba algunos que llamaban pasteles, que haba hecho una de las hijas, muerta cuando slo tena quince aos. Eran diferentes de todos los cuadros que haba visto yo antes: casi todos ms oscuros de lo que se suele ver. Uno era de una mujer con un vestido negro ajustado, con un cinturn debajo de los sobacos y con bultos como una col en medio de las mangas y un gran sombrero negro en forma como de cofia, con un velo negro y los tobillos blancos y delgados vendados con una cinta negra y unas zapatillas negras muy pequeas, como esptulas, y estaba inclinada pensativa sobre una losa de cementerio apoyndose en el codo derecho, bajo un sauce llorn, con la otra mano cada a un lado y en ella un pauelo blanco y un ridculo, y debajo del cuadro un letrero que deca Nunca volver a verte, ay. Otro era de una seorita joven con el pelo todo peinado en tup y hecho un moo y atado por detrs a un peine grande como una espalda de silla que lloraba en un pauelo y en la otra mano tena un pjaro muerto de espaldas y patas arriba, y debajo del cuadro deca Nunca volver a or tu dulce trino, ay. Haba otro en que una seorita miraba a la luna por una ventana y se le caan las lgrimas por las mejillas, y en una mano tena una carta abierta en cuyo borde se vea un sello de lacre negro, y se llevaba a la boca un guardapelos con una cadena y debajo del cuadro deca Y te has ido, s, te has ido, ay. Calculo que aquellos cuadros eran de mucho mrito, pero no s por qu no me gustaban, porque cuando yo estaba algo desanimado siempre me daban canguelo. Todo el mundo estaba muy triste porque se haba muerto, porque le quedaban muchos cuadros ms por pintar, y por los que ya haba pintado se vea lo que haban perdido. Pero yo calculaba que con aquel estado de nimo lo estara pasando mucho mejor en el cementerio. Estaba pintando el que decan que iba a ser su mejor cuadro cuando se puso mala, y todos los das y todas las noches rezaba para seguir viva hasta haberlo terminado, pero no tuvo la oportunidad. Era un cuadro de una muchacha con un vestido blanco largo, subida a la barandilla de un puente y lista para saltar, con la melena suelta a la espalda mirando la luna, con la cara baada en lgrimas, que tena dos brazos cruzados sobre el pecho, dos brazos alargados por delante y dos brazos que se dirigan a la luna, y de lo que se trataba era de ver qu par de brazos quedara mejor y despus borrar todos los dems, pero como estaba diciendo, se muri antes de decidirse y ahora tenan aquel cuadro encima de la cabecera de la cama en su habitacin y cada vez que llegaba su cumpleaos le ponan flores todo alrededor. El resto del tiempo estaba tapado con una cortinilla. La muchacha del cuadro tena una especie de cara simptica y agradable, pero a m me pareca que tantos brazos le daban un aire un poco de araa.

Cuando la chica viva haba ido haciendo un libro de recortes en el que pegaba las noticias necrolgicas y los accidentes y los casos de sufrimientos pacientes que haban ido saliendo en el Observador presbiteriano, con poesas que le haban inspirado y que ella escriba con su propia imaginacin. Eran unas poesas muy buenas. sta es la que escribi sobre un chico que se llamaba Stephen Dowling Bots, que se cay a un pozo y se ahog:

ODA A STEPHEN DOWLING BOTS, DIFUNTO
Fue Stephen y enferm?
De eso Stephen se muri?
Padeci su corazn?
La gente se entristeci?

No; no fue se el destino de
Stephen Dowling Bots;
aunque su triste muerte a muchos nos afligi,
no fue la enfermedad la que se lo llev.

No fue la tos ferina la que nos lo arrebat,
tampoco fue el culpable el horrible sarampin;
ninguno de ellos dobleg
a Stephen Dowling Bots.

Tampoco fue la pena
de un no compartido amor
la que arrugara su frente de rabia y de dolor;
no fueron las angustias de la mala digestin
las que acabaron por siempre con Stephen Dowling Bots.

Ay, no! Escuchad atentos, tan llorosos como yo,
el horrible destino que aquel pobre sufri.
Cmo su alma el mundo fro y triste abandon
porque nuestro muchacho a hondo pozo se cay.

En seguida acudieron a vaciarle el pulmn,
mas era ya muy tarde, ay, para el pobre corazn;
su alma se elevaba en tres nubes de algodn
adonde se celebra la celestial Reunin.